
Texto : Eddie Mizake / Fotos : Sergio Albert
La destrucción del mundo es compatible con los planes de verano
Víctor Algora es un compositor y músico como pocos en este país. Una extensa carrera discográfica y cientos de conciertos por todo el país abalan una carrera, que ha ido formando parte de mi vida. Con uno de los discos nacionales del año sonando de fondo, escribo unas palabritas para celebrar su existencia.
Corría el año 2007 cuando Víctor y su música entraron en mi vida. Eran los tiempos de MySpace, los blogs y el principio de la invasión de redes sociales en nuestras vidas. No recuerdo exactamente como descubrí “Planes de Verano”, si a través de Radio3 o de algunos de esos blogs donde me pasaba horas buscando nueva música desde mi casa en Birmingham, ciudad en la que residía. Me encantó la música de un chico monísimo que cantaba canciones con letras raras pero que por alguna extraña razón yo entendía de qué iba la cosa. Escuchaba con nostalgia como letras en castellano hablaban sobre el verano, la ciudad de San Francisco o sobre todo de techno triste, la canción que me dejó marcado con frases como “… mamá es tan impaciente, a su hijo no le gustan las mujeres” o “la madrugada es el único sitio donde quiero quedarme”. Yo por aquel entonces aún no había salido del armario con mi familia y salir a bailar hasta la madrugada era una de mis pasiones. Víctor me entendía.
Unos años después, en 2010, abandoné el imperio británico para volver a casa dejando atrás una vida muy satisfactoria en todo lo personal pero no tanto en lo laboral. Buscando precisamente una mejora en ese terreno volví a este país con promesas que nunca se cumplieron.

En Abril de 2011, andaba sin trabajo debido a esas promesas rotas, así que cuando me entero que Víctor y su banda de chicos guapos viene a presentar su segundo disco “Galimatías” a Málaga me volví loco. Ni que decir tiene que el 14 de ese mes estaba sentado solo y en primera fila viendo en directo al que se había convertido en uno de mis compañeros musicales en los últimos años.
El concierto, tristemente en un auditorio municipal semivacío, lo recuerdo con mucho cariño. Oír en directo “…esas vendas derrumbando las miradas” de “Cráneo Roto” o ese “…le conecta el corazón” de “Escornabois” me estremecieron y me hicieron olvidar un poco la realidad en la que estaba viviendo. Al finalizar el concierto, ejerciendo de fan fatal conseguí hablar con Carlos, miembro de la banda en aquel entonces y que ya conocía por sus maravillosas sesiones un clubs gays de Madrid. Acabé llevándomelos a tomar algo y echarnos unas risas. Una noche de las que no se olvidan.
Los años fueron pasando y por desgracia la música de Víctor se fue desvaneciendo de mi reproductor. Aunque nunca se fue del todo, reconozco que le escuchaba cada vez menos. Estaba al tanto de sus nuevos lanzamientos por medios o blogs que estaban en auge, conocía a amigos de amigos que estaban dentro de su última formación para los directos y me lo cruzaba en algún garito de Chueca cuando acabé currando en uno de ellos en 2012 por Madrid. En Mayo 2017, acabamos juntos bailando como descosidos a Hercules & Love Affair en el mismo grupo de amigos que fuimos al festival Tomavistas. De alguna manera u otra nunca le perdí de vista.

Llega el infame año 2020 y El Genio Equivocado, sello catalán que hasta aquel entonces solo conocía por las razones equivocadas, edita “Un Extraño entre las Rosas”, el que si no me equivoco es el sexto álbum de Víctor. El flechazo fue inmediato. Se convirtió en uno de
mis álbumes del año, y por varios motivos. No solo me encantó el giro musical hacia la pista de baile, con toques electro y disco, sino que también conseguí cerrar con su manager el gran Rafa, director del sello, su primera actuación en Málaga capital desde aquel mítico concierto de Ollerías en 2011. Por supuesto el bicho y los políticos se llevaron todo por delante y acabamos cancelando tras dos cambios de fecha.

Finalmente en Junio de 2021, la cosa cuajó y pude traerle a mi ciudad. Víctor pudo presentar su discazo en Málaga y yo pude cantar y bailar (sí, me puse de pie y bailé) durante su concierto. Ahora que acaba el año, (otro año más que no lo hace la pesadilla vírica) Víctor ha sacado un disco que fue compuesto durante encierros, restricciones y demás oscuridades titulado “Podium”, y en el que literalmente se sube a todo lo alto del mismo y gana la medalla de oro. Canciones elevadas por unas letras que a veces duelen, otras consuelan. Suenan amables pero golpean de manera cruda al ser recibidas. Cargadas de referencias personales nos muestra una desnudez desde la terraza de su cabeza que estremece y que a pesar de lo crudo de sus historias (bullying, relaciones tóxicas, sexo guarro, etc…) al oírlas se sienten como un abrazo cálido y reconfortante.
Destacar una producción espectacular y contemporánea que nada tiene que envidar a los Blakes y Oceans por los que babean los eruditos de la prensa especializada de este bendito país. El conjunto es, a diferencia de su anterior trabajo, reposado e invernal, con un toque de melancolía flotante que no te abandona durante su escucha. Jugueteos con el techno minimal, el dub desconstruido, ecos de la banda sonora de “Stranger Things” y hasta algún que otro guitarrazo se entremezclan con el pop que lleva practicando desde hace casi 15 años. Un álbum para ponerte con los cascos a todo volumen y prestar atención a los detalles sonoros y las historias que nos murmura.
No dudéis en subiros al pódium de Víctor que desde lo alto se ve al fin la ciudad destruida en la que vivís.