Ilustración portada y texto por Angel Bedmar

La Importancia de Llamarse Veneno

El ilustrador y diseñador gráfico Ángel Bedmar, nos habla de Cristina “La Veneno” y su repulsión por las TERFS que habitan en nuestro universo, al igual que otras especies privadoras de libertad y que no respetan a nadie.

Tomando como referencia la ilustración que encabeza este artículo. ¿Veis a una mujer? Se llamaba Cristina Ortiz Rodríguez, y no Joselito ni derivados. Cristina era lo que ponía en su DNI. Era lo que ella sentía que era. Era una mujer.

Cristina tuvo la mala suerte de nacer en una época y contexto social que hicieron de ella una mujer analfabeta, hasta tal punto que escondía este hecho siendo una figura explosiva, exuberante, llena de gracia y salero, con un toque gamberro e, incluso, vulgar; mezcla que creó a una figura icónica para la retina de los españoles desde que apareció en televisión en los noventa y, de moda de nuevo desde hace unos meses, gracias a la serie basada en su vida, lo es para toda una nueve generación y no solo en España sino por todo el mundo. ¿Qué ocurre con las mujeres que, como ella, nacieron en un cuerpo que físicamente no se corresponde con lo que son, pero no son tan exuberantes o cumplen con los “requisitos de belleza” como ella? Nada; siguen siendo mujeres, aunque tengan barba. La gran mayoría de mujeres trans, pasan gran parte de su vida siendo llamadas “maricón” u otros insultos similares o tienen que aguantar que se les llame “machote” (y similares) una vez concluyen su transición (o no) o dan el paso de salir del difícil armario de decir que no eres una persona cis.

La ultraderecha y similares son los habituales productores de esos insultos, y lo aceptamos con resignación, ya que es lo que esperamos de ellos, que no respeten los Derechos Humanos. El problema grave es que esos comentarios despectivos e insultos vengan de la mano de cierto colectivo de mujeres que se autodenominan feministas. Una corriente que está muy en auge últimamente y que nos llena de temor a la vez de vergüenza ajena de que este pequeño grupo exista. Ellas se hacen llamar Terf, sacado del término inglés “trans-exclusionary radical feminist”, que en Español puede traducirse como: Feminista Radical Trans-excluyente. Cristina sufrió muchas cosas en su vida, desde el rechazo de una madre que le negaba el cariño que se le supone, la marginación social, vivir en la pobreza y tener problemas mentales. Ella siempre dijo que era lo que la gente veía; es decir, era una mujer, o en sus palabras, un mujerón. Repitió esto una y otra, y otra, y otra, y otra vez. Lo repitió en platós de televisión, en radio, en escrito y, aún más importante, lo repitió delante de su madre, para que aceptase de una puñetera vez que Joselito era Cristina. Tras una desafortunada entrada en una cárcel masculina durante tres años cambió su empoderamiento por odio, rencor y trans fobia a sí misma. Ella denunció maltratos, vejaciones y violaciones casi diarias. Le raparon su melena y le repitieron una y otra, y otra, y otra, y otra vez que era un maricón.

Cuando cumplió su condena su vuelta a los estudios de televisión podríamos denominar como esperpéntica. Su gracia y vulgaridad seguían ahí, pero se veía a una mujer muy diferente, que repetía el lavado de cerebro que sufrió esos duros años en entrevistas. Por cierto, en los últimos años de su vida, Cristina aprendió que todo el circo que había hecho en aquellos programas del corazón contra su persona y contra sus iguales, a las que había arañado con insultos, estaba mal. Fue maravilloso verla en los momentos que no sabíamos que iban a ser los últimos, arrepentirse y hacer las paces con esas mujeres. Su vida fue un drama digno de una película de ocho horas, y que las feministas trans-excluyentes que buscan abolir el género les nieguen su realidad a las mujeres trans, escudándose en los momentos más bajos de Cristina, es simplemente asqueroso. Las terfs argumentan que las mujeres trans quieren violarlas y que mantienen unos clichés relacionados a la construcción social del género femenino que hay que eliminar.

Estamos de acuerdo en que hay una cosa en la que tienen algo de razón: hay que eliminar las construcciones sociales que no dejan ser a las personas quienes ellas son. ¿Es la mejor forma negar a quiénes son un colectivo maltratado y casi invisible? No lo creo. Es verdad que las mujeres trans utilizan una feminidad superlativa para demostrar cómo de mujeres son. ¿Es esto malo? En absoluto; cada persona tiene unas herramientas diferentes para presentar en la sociedad quiénes son, y nadie tiene el derecho a negarle su existencia y su realidad.

Cristina era analfabeta, pero sabía que era una mujer, aunque lo llegase a negar durante una época de su vida, porque ella era una amazona, una guerrera que tuvo que pelear para que su nombre llegase a Hollywood, aunque fuese tras su trágica muerte.

Si le dio permiso o no a su familia para que la llamaran Joselito, fue su decisión libre, fue la forma que tuvo para rascar unas gotas de cariño de una madre que negaba su condición de mujer. Nadie tiene que poner en duda, ni a ella ni a nadie, quién es, y menos a ella; y la terf que diga que no, se come una mierda.

Desde Sudor queremos agradecer a todos los ilustradores que han colaborado para que este artículo sea más bello con sus visiones de Cristina: Carmina Rodríguez, Rubí, Leo Kinali y Barbaholograma.

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