
Miguel G / Fotos : Adam Kof / Diseño Portada Libro : Daniel Viso / Texto : Aarón M. Cruz
Miguel G: La Casa de los Relojes Parados.
Miguel G. (Ceuta, 1979) es un curtido observador para quien no es difícil demostrar que la literatura dista mucho de ser el campo fecundo y amable que habitualmente romantizamos. Charlamos con él con motivo de la publicación de su último libro “La Casa de los Relojes Parados”.
Miguel es un autor con más de veinte años de trayectoria frente a la página en blanco iniciada, desde su primer relato publicado La mujer de rojo, que fue seleccionado en el año 2000 en el Primer Certamen África Tótem. Posteriormente, hacia el año 2007, se publicó su primera novela con la editorial Odisea, titulada Una segunda oportunidad, tras la que desembarcaron numerosas otras bajo reconocidos sellos editoriales como Egales o Stonewall. Hasta la publicación de su última novela, ha estado involucrado en diferentes disciplinas artísticas (Teatro, Artes Plasticas…), siendo su amor por las letras y la escritura lo que ha ocupado más tiempo en su carrera.
No le son extraños muchas de las disciplinas y géneros que habitan y pululan en derredor de la literatura. Por empezar, en lo tocante a la escritura propiamente dicha ha sido novelista y dramaturgo, colaborador en publicaciones físicas y digitales como Knolt, Odisea y la Opinión de Málaga, entre otros, además de participar en diversas antologías de relatos. Estas colaboraciones referidas han viajado entre la crítica literaria y de cine hasta el columnismo de opinión y la entrevista. Por si lo dicho pareciese escaso: ha escrito también pregones en el Orgullo de Madrid, prólogos para otros/as autores/as y ha sido jurado en un amplio espectro de premios literarios.

En lo que atañe a su faceta de director y dramaturgo calcula que aproximadamente ha podido estar implicado en la escritura, el montaje y el estreno de unas cincuenta obras. Destacando en la modalidad de microteatro, se ha embarcado también en obras de larga duración, donde Barquitos de papel o David, Sueño de una Canción Triste han sido estrenadas en salas y teatros de Málaga y Madrid, por citar alguna.
Su última obra y lo que nos ha incentivado el encuentro ha sido la autoedición de La Casa de los Relojes Parados, su novena novela y la tercera dada a conocer bajo este método que, nos recuerda, hace que todo corra del empeño y del bolsillo de quien escribe. Él ya está curtido, ha visto que tanto en el mundo editorial como en el mundo del teatro nada suele corresponder con la ensoñación ni con la expectativa del novato, ni siquiera del avezado, y que en ciertas ocasiones son muchos los inconvenientes y muchas las exigencias del negocio que realmente engendra el mercado editorial para el gran público.
Por desgracia, La Casa de los Relojes Parados no puede resumirse en una sinopsis mayor a dos oraciones porque todo su contenido sería revelado. El adelanto que podemos dar para hacer salivar a quien lea es el siguiente:
Ceferino amanece un día atado de pies y manos en una habitación acolchada sin recuerdo previo del porqué ni del cómo ha llegado a esa situación. Como siente que su percepción le está jugando poco a favor decide escribir un diario con el que poder apuntalar su memoria e identidad cada vez que éstas se tambaleen.
A colación del argumento le preguntamos sobre su proceso compositivo, de qué forma se considera trabajando y si para ello emplea algún sistema o planificación específicos antes de sentarse a teclear. El caso de esta novena publicación es algo peculiar dado que fue concebida y esbozada durante su estancia en la UCI, donde por su falta de medios solo podía tomar notas y escribir escuetamente en su teléfono móvil, lo que dio como lugar un estadio previo de textos desmembrados que luego hubieron de ser ordenados coherentemente y completados en conjunto para que el libro tomase su forma definitiva

Normalmente, nos explica, para trabajar simplemente necesita saber cómo se inicia y hacia qué final se dirige la historia, es decir, los puntos generales que ha de unir y para que producir el sustento argumental. Explica que suele haber dos fases claras en su forma de escribir: una de tallado en bruto y, a continuación, una de pulido y brillado en la que se matiza y se complejizan las cuestiones, pero que lo prioritario sin duda es visualizar el surco a seguir.
Es interesante preguntar siempre a personas creativas cómo sienten, en la mejor y en la peor medida, su contacto con el público, cuáles han sido momentos reseñables y cuáles podrían haber sido ahorrados. En el caso de Miguel G., es ese puro contacto con los/as lectores/as, por mínimo que sea el gesto de reconocimiento o afecto, el que hace que merezca la pena tanta dedicación en su literatura. Lo peor, reconoce sin dudas, es la falta de solidaridad o la cruda traición entre compañeros/as de profesión.
Terminamos habitualmente preguntando a nuestro/a entrevistado/a por referentes, por ejemplos inspiracionales que entren a colación en su obra, que les insuflen ideas y material para sus propias creaciones y, de entre toda la amalgama que Miguel G. nos lega, hemos seleccionado algunas de sus dos disciplinas más prolijas. Dentro del teatro señala como director favorito al fallecido en 2016, Thomaz Pandur (Yugoslavia, 1963) y como intérpretes destacables a Blanca Portillo, Carmen Machi, Jordi Mollá y David Verdaguer. La otra orilla, la de la literatura en papel, está representada por los nombres de Poppy Z. Brites, J.T. Leroy y, en especial, la obra de Dennis Cooper.
Antes de cerrar recordamos que algunas de las novelas autoeditadas por Miguel G., incluida La Casa de los Relojes Parados, solo pueden adquirirse en su página web personal: www.miguelg.bigcartel.com.