Swan Song, el regreso de Udo

Entre los años 70 y 80 cualquier moderno que se preciara veneraba dos cintas de culto dirigidas por Paul Morrissey y producidas por Andy Warhol: Carne para Frankenstein (1973) y Sangre para Drácula (1974), a medio camino entre la performance, la serie-B y el primer gore. Sus protagonistas: Joe Dallessandro –quien ya había protagonizado las principales películas del tándem Warhol-Morrisey como Flesh, Trash e Heat– y el alemán Udo Kier destacaban por sus físicos portentosos, tan diferentes, y su desinhibida ambigüedad que los propulsó a convertirse en iconos pop, más allá del valor de sus respectivas interpretaciones.

Sin ser demasiado conocido por el gran público, Udo Kier se convirtió en actor fetiche y eterno secundario de directores de la talla de Fassbinder, Dario Argento, Lars von Trier, Wes Craven o Gus Van Sant, quedándole tiempo para bailar en la discoteca Studio 54 o participar en el libro Sex de Madonna y en su vídeo Deeper and Deeper. La elegancia aristocrática y fría de Kier, y el celeste casi transparente de sus ojos, lo convirtieron el villano idóneo de unos doscientos filmes, con abundantes papeles de vampiro.

Udo Kier en su juventud

Anunciar el regreso de Udo Kier es una licencia, pues el actor nunca ha dejado de trabajar. Pero sí que regresa, después de décadas, a un papel protagónico en la película Swan Song (2021), encarnando a un extravagante peluquero jubilado, Pat Pitsenbarger, que es requerido para peinar y maquillar a una muerta, una de sus antiguas clientas, para que luzca impecable en el funeral.

Todd Stephens, el director, construye una tragicomedia indudablemente queer, pero que reflexiona sobre temas universales como la vejez, el viaje desde la fama al olvido,  la amistad, la soledad, los celos, la lealtad y el rencor. Poco importa que la película –mejor verla en V.O.S. que doblada– sea algo irregular en su factura; el director ha plasmado con honestidad el homenaje a su ciudad –Sandusky (Ohio) –, a toda una generación gay que fue puente entre el cruising y la contemporaneidad de los derechos LGTBI y la era digital; y sobre todo el reconocimiento a la individualidad de personajes valientes que, en un pueblo, una ciudad provinciana o mitad de un campo se pusieron el mundo por montera para reivindicarse únicos y rompedores. Nos da igual que la escena del cementerio se haga quizás algo larga si Udo Kier, en verdad, llora sobre las tumbas lágrimas auténticas por sus amigos muertos de SIDA. Para, un rato después, pasmarse ante una pareja de hombres con sus hijos –“ya no sé ni cómo ser gay”- y reencontrarse “con su gente” en la pista de baile de una discoteca llena de luces, drags y diversión.

Udo Kier, en una actuación memorable que él mismo reconoce de lo mejor de su carrera, llena desde el primer momento la pantalla con su presencia y resurge, a la par que su personaje, para reivindicarse irónico, cool y poderoso. Acompañado por actores como la potente Jennifer Coolidge, en el papel de tremenda peluquera rival, y el glorioso cameo final de Linda Evans, la rubia de Dinastía.

A sus 77 años, Udo Kier nos demuestra en Swan Song que no hay una biografía definitivamente escrita y que la edad no es un límite para el éxito. Y, sobre todo, que una reina lo sigue siendo hasta el final. Hasta el canto del cisne.

* Swan Song se ha estrenado en Filmin.

Sangre para Drácula (1974)

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